domingo, 30 de octubre de 2011

LA VOLUNTAD DE DIOS PARA CON NOSOTROS


La voluntad de Dios, es su amor expresado en nosotros y a través de nosotros. «El amor a Dios quita el amor propio, así como por el contrario el amor propio oscurece o anula el amor a Dios». (Fray Diego de Estella).

La mayoría de la gente pretende andar por estos dos caminos y por eso no alcanzan el fin de ninguno. Intentan avanzar con un pie en uno de ellos y otro pie en el contrario y naturalmente no pueden progresar por ninguno ¡y se sorprenden!

Merecen que se les diga como hacía el profeta a los que andan así: ¿Para qué discurres tanto cambiando tus caminos? (Jeremías 2:36). No más vacilación, no más titubeos. Es decir a Dios con decisión: Conozco, Señor, que el hombre no es el dueño de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos. (Jeremías 10:23).

Es pues, Dios, el diseñador y dueño de nuestras vidas, nuestros caminos y nuestras circunstancias. Podemos asumir y creer que en descanso y en reposo seremos salvados; en quietud y en confianza será nuestra fortaleza. (Isaías 30:15). Jesús enseñó para nuestra perfecta paz: «Hágase tu voluntad como en el cielo así también en la tierra». (Mateo 6:10).

Cuando oramos así ¿qué estamos diciendo, sino que no sólo en el cielo y en la tierra, en nosotros mismos que vivimos tanto en una como en otra dimensión, también se cumpla su voluntad? Nuestro propio deseo lo contamina todo, y nos lleva a la desgracia y al dolor, y sólo negándonos conscientemente a ese nocivo querer es como vamos derechos por el camino de Dios (R. TAGORE).

¿O es que con nuestro poder podemos impedir que en la India, en África, o en parte alguna suceda lo que sucede o se haga algo distinto? Dijo Jesús: ¿Y quién de vosotros podrá por mucho que se afane aumentar su estatura un solo codo? (Mateo 6:27).

Los afanes y terquedades son causa de discordias y enemistades, porque «si uno no quiere, dos no riñen”, como dice la sabiduría popular. Pues si esto dice la experiencia falible del hombre, ¿no será mejor aún, y además concordante con nuestro propio beneficio, la enseñanza de Cristo? Él dice: No resistáis al malo. (Mateo 5:39)

La inmensa mayoría de males provienen a causa de nimiedades sostenidas con terquedad. Si no resistimos no hay riña. El apóstol Pablo recomienda vivamente a los suyos: No seáis sabios en vuestra propia opinión...

Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, sino dejad lugar a la ira de Dios porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal. (Romanos 12:16, 18, 19, 21).

Con la mansedumbre ante Dios y el prójimo se abaten odios, se apagan rencillas, se suavizan las relaciones entre los hombres y se da lugar al reino de la paz. En él todo trabajo sosegado fructifica con las bendiciones del Padre.

Cristo nos dio ejemplo con sus palabras y hechos. No fue hallada mentira en su boca. ¿No hemos de creerlo? ¿No tenemos sus discípulos que andar como él anduvo? (1ª Juan 1:6). Hay muchos que dicen constantemente: « ¡Quiero, quiero!» ¡Qué palabras más nocivas y qué mortal equivocación! ¡Tanto querer!

jueves, 27 de octubre de 2011

SERENIDAD Y CONFIANZA



Hay que dejar bien aclaradas dos premisas principales, para enfrentarse con un tema tan delicado. Primera. No es lo que nos sucede, sino nuestra actitud ante ello, lo que hace que cualquier dificultad con la que nos sentimos enfrentados sea para nosotros algo terrible, o sólo un inconveniente pasable. Repetimos, es la actitud subjetiva la que proporciona identidad y cuerpo a lo que nos sucede objetivamente.

Un ejemplo: Cuando mi hijo era pequeño había que llevarlo periódicamente a la peluquería, a la que él aborrecía. Era una "odisea". El niño gemía, protestaba, sudaba... y el peluquero y yo con él. Una angustiosa hora, era precisa para hacer el trabajo; tanto que  dejábamos pasar el tiempo más de lo conveniente, antes de volverlo a llevar.

Un día que se hallaba más sosegado, pude persuadirle de que si se quedaba quieto, le podía prometer que el asunto duraría menos de la mitad del tiempo y el trabajo sería menos desagradable y aun pasable para él mismo. El niño era inteligente y comprendió. Dios sabe el esfuerzo que el chico haría, con tal de contentarme. Lo cierto es que los siguientes cortes de pelo fueron totalmente tranquilos, sin gemidos, ni tirones ni sudores.

Éramos el mismo peluquero, el mismo padre, y el mismo niño, pero la actitud de éste era distinta y todo cambió a mejor. Ya jamás volvimos a padecer aquel suplicio. La actitud del niño, confiado, positivo, y calmado, fue el condicionante de aquella estupenda variación.

Podemos colegir por este simple ejemplo, que es nuestra actitud ante cualquier situación lo que condiciona decisivamente las circunstancias y resultados en casi todas las situaciones de la vida. Mala actitud y enfrentamiento, es igual a sufrimiento. Buena actitud, es serenidad y paz. Comprueben en un niño pequeño, al que hay que ponerle una inyección.

En medicina, y ante cualquier intervención médica, lo que más aprecian los cirujanos es la serenidad y confianza del enfermo, que les facilita de forma extraordinaria la necesaria intervención. Y con lo dicho se puede hacer una extrapolación a toda situación.

Segunda. Muchas veces preguntamos: ¿Cuál es la voluntad de Dios, en este asunto tan doloroso y complicado que me está sucediendo? Podemos decir con toda certeza: La voluntad de Dios es exactamente lo que me está pasando! ¡Esto mismo! Por eso decía Jesús ¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Y sin embargo, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. Es más, aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; vosotros valéis más que muchos pajarillos. (Lucas 12:6,7)

En esta actitud, que es difícil si es sincera, el creyente comprueba sin más cuál es la voluntad de Dios. La fe repite constantemente: ¡Esta es! Y ya no hay por que devanarse la cabeza ni agitar el corazón. Todo lo que ha pasado, pasa o pasará, es la voluntad de Dios. Los mismos sucesos son su voluntad y los resultados de esa voluntad.

Ya digo que es difícil, en un trance cualquiera, decir y senda esto con sinceridad y acatamiento real. Pero es así, y no de otra forma. Dios crea, vitaliza y controla su universo. No se descuida o duerme, ni tampoco se equivoca. Si lo sentimos así, comprobaremos más adelante esta verdad tan reconfortante.

Para empezar a guiarnos, en primer lugar hemos de tener muy en cuenta las afirmaciones de La Biblia, perfectas y verdaderas como lo que son: Palabra inspirada por Dios. El decurso de la vida nos da ocasión de comprobarlo, pero es más sabio obedecer y, después, sin complicaciones, verificar su eficacia y poder. Confianza, es la clave.