jueves, 26 de enero de 2012

FIDELIDAD A LA CONCIENCIA




Me es grato consignar aquí unos ejemplos de fidelidad a la conciencia. Un indio apache de América del Norte, entabló amistad con un chico blanco, joven como él. Habiendo hostilidad entre indios y blancos, se prometieron mutuamente que su amistad sería guardada en estricto secreto.

Pero al fin esto fue descubierto y, ante el recto argumento de la promesa de secreto pactada, el padre del chico indio dijo a éste delante de la asamblea: «Un apache no debe hacer nada, que no pueda saberse por todos». ¡Apliquémonoslo nosotros!

¿Dónde encontraremos, en estos degradados tiempos, una rectitud y fidelidad a las propias convicciones? Eso es moral ante cualquier situación. Un salvaje enseñando a todos, comportamiento y ética. ¿Qué arrogante conocemos, que pueda decir lo mismo que este indio «salvaje»?

Y es que el propio afecto y apego a uno mismo, es el que nos transforma en seres sin principios morales firmes ni defensas, pues al depender de una moral de situación o de conveniencia (tanto da), nos agitamos temblorosos y movedizos ante cualquier situación comprometida, como cañas agitadas por el viento.

No somos fiables, por más que nos tengamos en mucho a nosotros mismos, y exijamos a los demás que nos traten como sabemos bien que no merecemos. ¿Quién puede decir que es totalmente puro, cuando se conoce a sí mismo, y menos si se compara con la mente de Jesús?

Aquel caníbal, comedor de hombres, dijo al misionero que le contaba en el año 1918, las terribles hecatombes que se producían en la guerra de Europa la «civilizada». Ante la descripción de las horrendas matanzas del Somme, Verdún, Artois... en donde sucumbían millones de hombres de uno y otro bando, dijo el caníbal al misionero: «Dios os castigará. No es lícito matar más hombres de los que pueda uno comerse».

Eso es fidelidad, rectitud y ser, consecuente con una moral bien definida e indiscutible. El entendía las cosas con arreglo a su conciencia moral. Y a ella era totalmente fiel por encima de cualquier consideración.

No lo que nosotros llamamos hoy  día «moral cristiana», tan elástica y acomodaticia. ¡Cuánto nos amamos falsamente a nosotros mismos! ¡Cuánta arrogancia, que puede ser pulverizada en un instante, por cualquier hombre fiel a su ética en cualquier lugar!

¿Un cristiano con amor propio? ¿Qué cristiano? ¡Cuantas veces nos avergüenzan los paganos! Tenemos que reconocer, si somos sinceros, que no estamos preparados (ni lo procuramos), para dejar que Dios Omnipotente luche por nosotros. Seguiremos esperando en su misericordia. ¿Tenemos ya a mano otra cosa? « ¡Bendita sangre y resurrección de Cristo! ¡Qué pequeños nos muestras ser, y qué grandes nos haces por tu amor!»  

1 comentario: