domingo, 25 de marzo de 2012

SOLO HAY UN PODER



El Señor se atiene a su propio gobierno y a su solo propósito en relación con su Universo. La naturaleza no es una fuerza ciega. Ocurre que nuestra diminuta inteligencia no puede ni imaginar el conjunto ajustado y perfecto de la combinación de acciones que componen la vida y el movimiento de la creación.

Todo está conectado en tiempo, forma y lugar entre sí por la sola inteligencia y omnipotente voluntad de Dios. En el interior de cada evento está Dios disponiendo y gobernando. Mucha gente sufre, a causa de su lógica inhabilidad para comprender ni un átomo de lo que sucede, pero esto es debilidad e incompetencia de la criatura, y no un error de Dios.

Y así suceden los males, los accidentes, las calamidades, etc. Sabemos que nada sucede sin el Padre, en actos libres y soberanos propuestos y determinados desde la eternidad. Es la clara visión de la fe. Detrás de cada suceso hay una realidad que no es casual. Los eventos pasan, pero esa realidad y ese determinado propósito y el poder que lo ha hecho posible, es lo que permanece.

En el camino de Emaús, Jesús resucitado preguntó a los discípulos cuando le contaban los sucesos de Jerusalén, creyéndole forastero y desconocedor: «¿Qué cosas?» (Lucas 24:19).

Aquellos eventos ya habían pasado. Delante de ellos tenían la realidad trascendente de Cristo resucitado, del que, por fin, comprendieron que era la sustancia y motivo de todo lo acaecido.

El suceso es tributario de la realidad, forma parte de ella; pero sólo como fenómeno, no como núcleo del devenir de las cosas. Dios es la única realidad trascendente y esencial. Por eso podemos decir: Dios lo es todo. (Efesios 4:6; Corintios 1 15:28).

A un creyente en situación de extremo peligro sus compañeros, que compartían el mismo riesgo, le increpaban: «Sólo sabes hablar de Dios, ¿es que no sabes hablar de otra cosa?» Él, en medio de la gran agitación y crispación naturales de todos, respondió mansamente: «¡Es que no hay otra cosa!»

Este hombre veía mucho más lejos que sus compañeros de infortunio. Los mismos peligros compartidos eran contemplados por él desde otra realidad y perspectiva distinta. Una sólida realidad, claramente percibida, que le hacía permanecer en calma y poder seguir confiando entre la desesperación de los otros. Y todo así.

Delante de Él estamos continuamente, y Él sabe todo lo que hay en todo. «Ni un solo pajarillo cae sin el Padre» (Mateo 10:29). Las gentes no conocen nada más que una visión muy corta, estrecha, parcial y condicionada de la realidad. Los creyentes vemos nítidamente en la oscuridad de la fe, que es lo que nos da confianza y paz. «Sin la fe, es imposible agradar a Dios» y enfrentar con paz y seguridad los problemas de la vida (Hebreos 11:6).

La fe es el único camino sosegado, la única manera de vivir con sentido de eternidad, la única consolación, el único alivio que nos queda. Y esto es lo que agrada a Dios. La fe, paradógicamente es la absoluta seguridad.

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